¿Cuál es el
propósito del coronavirus?
Por
Víctor Alvarado Guzmán
Comité Diálogo Ambiental
Recientemente
conversé por celular con mi amiga María de Lourdes Santiago Negrón. El diálogo
fue breve, pero en un momento dado llegamos al tema obligatorio: el
coronavirus. Ella me hizo una pregunta que me impactó: ¿Cuál es el propósito de
todo esto?
Confieso
que, en estas tres semanas de distanciamiento solidario, no había pensado en el
propósito de esta pandemia mundial. Aquellos que creemos firmemente en la
divina providencia, en mi caso como cristiano y católico, tenemos la obligación
de buscar el propósito de las situaciones adversas. Si todo tiene un propósito,
hay que descubrir cuál es.
Por
eso la pregunta de María de Lourdes fue como un rayo que despertó mi ser
espiritual y me obligó a reflexionar más sobre mi respuesta en ese momento: luego
de 3 a 4 segundos de silencio tras su pregunta, mi contestación fue: “el
ambiente está contento con el coronavirus”.
Aire limpio, salva
vidas
La
primera “contentura” del ambiente que vimos a través de imágenes satelitales
publicadas por la NASA y la Agencia Espacial Europea, fue que la calidad del
aire mejoró inmensamente.
Un
informe del Ministerio de Ecología y Medio Ambiente de China detallaba que el
número promedio de “días de aire de buena calidad” aumentó en un 21.5% el
pasado mes de febrero, durante la férrea cuarentena en ese país.
China
es un país sumamente contaminado, especialmente por la cantidad de plantas de
carbón que utilizan para generar energía. En ese país, las mascarillas no son
utensilios extraños, pues hay días que tienen que utilizarlas para poder salir
a la calle debido a la contaminación del aire.
La
limpieza atmosférica documentada en China, ya se ve en otros países.
En
la India, luego de 30 años, los Himalayas son visibles a 200 kilómetros de
distancia; en España, la ciudad ha reducido la contaminación atmosférica hasta
en un 35% y en Italia, hay una tendencia
a la reducción gradual de las concentraciones de dióxido de nitrógeno de
aproximadamente 10% por semana.
El
National Geographic publicó un artículo titulado El Planeta: el principal beneficiado por el coronavirus, en el cual
segura: “El descenso de la cantidad de desplazamientos en vehículos a motor, la
disminución de la producción industrial y el consumo se traduce en menos
contaminación, aguas más limpias y cielos más claros. Desde China hasta
Venecia, Barcelona o Madrid, estos son algunos de los efectos secundarios positivos
de la crisis sanitaria”.
Tomemos
en consideración que más de un millón de personas mueren anualmente en China
por causa de la contaminación de aire, y se estima que en Estados Unidos la
cifra es de unas 100,000. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud,
la cifra global asciende a unos 7 millones.
François
Gemenne, director del Observatorio Hugo de la Universidad de Lieja en Bélgica, que
estudia las interacciones entre los cambios ambientales, la migración humana y
la política, dijo que al final de todo esto, el número de muertos por el
coronavirus sería mucho menor que las víctimas por la contaminación
atmosférica, según un reporte de CNN.
Sería
importante poder documentar cuánto mejora la salud de los residentes que viven
cerca de la autopista de Caguas a San Juan, en estos días sin tapones.
Al
final, resulta interesante pensar que dos de las consecuencias del coronavirus
son: un aire más limpio y más personas salvadas de las que pueda perjudicar.
Ambiente en
libertad
El
planeta envía otros mensajes que muestra su júbilo ante la libertad alcanzada
por el alto obligatorio del efecto humano en sus hábitats.
La
increíble imagen de las aguas cristalinas y el regreso de especies marinas a
los canales de Venecia, delfines en las costas de Italia y Cartagena (Colombia),
patos salvajes en las fuentes de Roma y miles de tortugas, algunas en peligro
de extinción, naciendo tranquilas en las playas de India y Brasil.
Puerto
Rico no es la excepción. El avistamiento de 5 manatíes juntos en la Laguna del
Condado o la gran cantidad de peces de colores nadando en aguas cristalinas en
Cayo Auorora, en el municipio de Guánica, llama la atención de esta
manifestación espontánea de la naturaleza.
La redención de la
Creación
Estos
resultados de la batalla entre la vida y la muerte, entre la destrucción y la
creación, me hacen recordar el pasaje bíblico de Romanos 8, 18-23:
"Porque
estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la
gloria que se ha de manifestar en nosotros. Pues la ansiosa espera de la
creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en
efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la
sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción
para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que
la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no sólo
ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros
mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo."
El
ser humano ha sometido a la creación o ambiente a su vanidad, corrupción y
destrucción por demasiado tiempo. Hemos ensordecido ante el constante gemido de
la naturaleza, que nos recuerda constantemente que vivimos juntos en esta “Casa
Común”, como la llama el Papa Francisco. Cuando afectamos el ambiente y le
hacemos gemir, nos destruimos nosotros mismos y somos artífices de nuestros
propios gemidos.
Recuerdo
cuando participé en los actos de desobediencia civil para sacar a la Marina de
Guerra de Estados Unidos de Vieques.
La
primera vez que fui al Campamento Gilberto Concepción de Gracia del Partido
Independentista Puertorriqueño, el área estaba devastada. Un lago sin agua
repleto de municiones y desechos de bombas, no había flora ni fauna, terrenos
quemados y destruidos. Tres meses después regresé: el lago tenía agua, había
flores y mariposas, y hasta encontramos 5 patitos que ayudamos a reunir con su
madre. Todo era distinto.
En
estos momentos de la presencia del coronavirus, la vida silvestre está tomando
un respiro sin la presencia de seres humanos, temerosa de que nosotros no
aprendamos, sigamos sin escuchar y, después de la pandemia, volvamos al mismo camino
sin salida.
Gracias
a la llamada de una amiga descubrí el propósito del coronavirus: dar ánimo a
ecologistas y activistas que luchan por proteger el ambiente, pues la realidad
es que el cambio climático mata a más personas cada año que este nuevo virus.
Además,
nos ha mostrado que, independientemente del impacto final de esta crisis,
reducir la contaminación es posible. Podemos
lograr grandes transformaciones en nuestro planeta, gracias a la acción solidaria
y comunitaria. Todos somos parte de la Creación.
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